jueves, 24 de noviembre de 2011


Hemos pasado con bastante facilidad por el control aduanero israelí. A pesar de que Paul no se acordaba del segundo nombre de su padre.
A la salida nos esperaba un taxista palestino con residencia israelí que nos ha llevado directamente a la puerta de nuestro fabuloso Grand Hotel Bethlehem. Sin sobresaltos, sin problemas, sin aduanas ni muros. A parte de los que separan la autopista del resto del mundo.




Hemos salido a pasear.


 y nos han recomendado el mejor restaurante de la ciudad. Allí nos hemos dirigido. 


Hemos comido, nos hemos hinchado a cervezas y nos han pegado un clavo palestino. Primera noche. No pasa nada. Paga Boris.



Desde allí nos ha llevado el primo taxista del dueño al mejor pub de la ciudad: Taboo.


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